
Tras la dura prórroga, ninguno de los equipos logró marcar y se tuvo que recurrir a la tanda de penalties para decidir el nuevo campeon de la quinta edición de la Eurocopa.
Tras los penalties acertados por parte de Masny, Nehoda, Ondrus y Jurkemik para Checoslovaquia y Bonhof, Flohe y Bongartz para Alemania, un fallo en el cuarto penalty germano lanzado por Hoeneß situó a los checos a un penalti de alzar la copa.
El responsable del lanzamiento definitivo fue Panenka, centrocampista del Bohemians y diplomado en Hostelería, quien con una tranquilidad pasmosa picó suave el balón por el centro de la portería del legendario Sepp Maier, que, incrédulo y vendido a su izquierda, vio cómo lo festejaba con los brazos en alto cuando el balón estaba a medio camino. Checoslovaquia era campeona de Europa.
Mucho se ha comentado sobre la locura de Panenka, sobre su sangre fría, y sobre si fue un acto espontáneo o premeditado. Aquella genialidad no fue casual. Todos los integrantes del plantel checo sabían lo que iba a hacer. Panenka empezó a practicar aquel disparo dos años antes de la Eurocopa en la liga checa y en amistosos disputados por Austria y Sudamérica marcando más de 30 penalties a su manera. Incluso llegó a marcarle de esta manera a Francia en un partido clasificatorio para la Eurocopa. Un diario francés lo proclamó “poeta del fútbol”.
Sólo el portero checo Ivo Vicktor con quien compartía habitación, le rogó durante la concentración que jamás lanzase a su manera, bajo amenaza de dormir en el pasillo en caso de hacerlo. Parece evidente que Panenka fue perdonado.
Según Pelé, aquel penalti sólo podía ser la obra de un genio o de un loco. Me inclinó por lo primero, sin olvidar que como dijo Goethe “El genio, ese poder que deslumbra a los ojos humanos, no es a menudo otra cosa que perseverancia bien disfrazada.”. Panenka nunca dudo y supo encontrar el mejor momento para mostrarnos su hermoso disfraz.
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